martes, 28 de febrero de 2012

A CIDADE E AS SERRAS


“E agora, entre roseiras que rebentam, e vinhas que se vindimam, já cinco annos passaram sobre Tormes e a Serra. O meu Principe já não é o ultimo Jacintho, Jacintho ponto final―por que n'aquelle solar que decahira, correm agora, com soberba vida, uma gorda e vermelha Theresinha, minha afilhada, e um Jacinthinho, senhor muito da minha amisade.”


EÇA DE QUEIROZ

A CIDADE E AS SERRAS

PORTO
LIVRARIA CHARDRON
De Lello & Irmão, editores
1901
Todos os direitos reservados

viernes, 24 de febrero de 2012

TECNOLOGÍA

El cepogordista no sabe. No sabe y se le dispara el dedo. Quiero decir que es más ducho en otras cuestiones que en la pericia tecnológica. Elige con acierto un habano, sabe buscar el momento para fumarlo y celebrarlo, incluso si hace falta, para fumar tranquilo sabe esconderse con habilidad. Ha fumado tranquilamente escondido detrás de un biombo de cinco cuerpos, silencioso e inmóvil durante dos horas mientras el mundo gritaba y se agitaba a su alrededor. Contrastaban el rabiar y el patear de unos y otros, con la silenciosa ascensión de las volutas azulonas, y la paz del fumador. Un compañero cepogordista tiene en su casa de campo un antiguo arcón de buena madera de nogal, un arca de esas de vender el buen paño, en la que asegura cabe tumbado. Que el arca existe es cierto pues la hemos visto, y que se cabe dentro tumbado también. Lo que no podemos asegurar es la segunda parte de la historia, según la cual, nuestro amigo se ha tumbado a veces en ella… para fumar en paz. Con habano, botella de brandy y la oreja puesta a los movimientos de alrededor. Este cepogordista es un tanto espía y amigo de secretos ajenos. Como el arca está en una vieja casona que visita sobre todo en invierno, diremos que es amigo de escudriñar, sobre todo, en los secretos del viejo perro de caza que dormita en el calor de la chimenea y los aúlla en sueños, y de los que pueda guardar algún fantasma despistado que todavía ronda por ahí, purgando el pecado de su excesivo apego en vida a aquellos muros y a aquellas tierras. Pero lo más importante. Habéis acertado, el arca tiene dos pequeños orificios por los que el humo sale a los salones y los perfuma de nuevo, mezclándose con el olor indescriptible de las antiguas maderas y de las viejas tapicerías, con el olor del tiempo detenido, que con el humo avanza un par de pasos, al ritmo lento del habano. En cuanto a lo de fumar tumbado en el arca con la tapa puesta, nunca hemos querido sondar más de la cuenta a nuestro amigo, ni rebuscar en su árbol genealógico en busca de una rama centroeuropea… ¡Como nos gusta marear la perdiz, discurrir a lo chino, en amplios círculos, no ir al grano, salirse del camino real…! Estábamos diciendo que la pericia para el fumeque nos falta para la tecnología. Pues si.

martes, 21 de febrero de 2012

MUERTE DE UN CICLISTA


Vimos ayer Muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem. Es realmente el cine español que merece la pena. Una buena película, digna del mejor cine negro de la época, sutil, con las veladas alusiones a la guerra, con el contraste entre clases sociales, y las preguntas sobre ¿Cómo vivir? Después de lo pesimista que es la historia, la reacción del ciclista que aparece al final, Manuel Aleixandre, parece que introduce un poco de optimismo, como si la hipocresía reinante fuera a dar paso a otra cosa, en la misma medida en que evoluciona el personaje principal, Alberto Closas, que va recorriendo un camino interior a mejor, abriéndose y liberándose de ataduras, convenciones y mentiras. Lo cierto es que vista desde hoy, los problemas parecen similares, sigue una sociedad más bien tosca, dónde los niveles de hipocresía y de falta de contacto con la realidad son muy altos. Quiero decir que se sigue viviendo sobre sistemas de convicciones convencionales que parecen proteger o evitar, que el individuo toque la realidad. Sólo que hoy las convicciones y las convenciones son de otro tipo: progres, políticamente correctas, izquierdosas, siempre “bienpensantes”. Un ejemplo, el de esa estudiante que sorprendida por la carga policial para restablecer el orden alterado por unas manifestaciones no autorizadas decía: “sólo habíamos cortado el tráfico” como si todo pudiera hacerse, como si fuera lo más normal y no hubiera reglas, leyes, y los demás tuvieran que aguantarse. Esa chica toma su parte por el todo, no ve la realidad, no ve lo que debe caracterizar a una sociedad libre.
Para acabar llama mucho la atención la belleza de la fotografía, el buen ritmo narrativo, incluidas las magníficas transiciones entre escenas, pero sobre todo, el maravilloso vacío. Hay espacio. Un solo coche sobre la carretera, una carretera sin pintar, sin señales, a su vez perdida en un espacio inmenso y vacío. Pero también en el campo de deporte dónde pasea el protagonista: sólo los atletas, no hay apenas “instalaciones”, sólo la pista y las gradas, no hay aparcamientos visibles, ni marcadores, casetas, máquinas expendedoras de bebidas, carteles de anuncios, publicidad, nada de todo eso y poca gente. Es una paradoja porque entendemos que corresponde a una sociedad menos desarrollada económicamente, con las implicaciones que eso tiene, pero la verdad es que se respiraba mejor, quiero decir que era un descanso, un alivio, ver evolucionar al personaje en ese entorno tan depurado, tan poco manchado, tan poco saturado. Ya me imagino que ese vacío de la película probablmente se introdujo no para admiración mía, sino como hondo simbolo, pero mire Vd. por dónde, sesenta años después la perspectiva es otra. Pues hasta aquí, que no da el magín para más.

El carácter nacional

Determinar el carácter nacional mediante una medición, francamente, me parece difícil. ¿Una estadística del cinismo o de la caballerosidad? Me parece más fácil sumar sardinas que sumar tipos de carácter. ¿Vamos a decir que en España hay tantos kilos de cínico, tantos de idealista, tantos de hipócrita? ¿Y las combinaciones entre sí? ¿Cómo las medimos? La verdad es que sería divertido. Pero no pasa de ser un juego y un desahogo, insisto que muy divertido y, a veces, orientativo. Pero pierde todo valor cuando se pretende convertir el juego en una certeza, o cuando se usa como en España normalmente para ponernos verdes a nosotros mismos con las más categóricas afirmaciones sobre nuestra forma de ser, siempre negativas. En general, en nuestro caso, la apreciación negativa de nuestro supuesto carácter suele ir acompañada, normalmente, de una enmienda a la totalidad al resto (educación, cultura, sociedad, historia, etc.). El otro día en las memorias de un señor respetable pude leer que “En España no hemos tenido administración”. Y se queda tan ancho. A bote pronto y para refutar la enormidad se me ocurría pensar en las leyes de Indias y en la organización de todo el territorio americano tras el descubrimiento, que digo yo que no es mal ejemplo de administración, tal vez sólo superado por la Roma antigua. En conclusión, el carácter nacional es un mito, simpático, interesante, muy a menudo útil como indicación o aproximación a una realidad, pero nada más.

viernes, 17 de febrero de 2012

El libro del general Fernández-Monzón


Terminé el pequeño libro de memorias del general Fernández Monzón que me ha prestado generosamente un colegui. Ligero, muy divertido y ameno, y también muy interesante en muchísimos aspectos: el puramente biográfico, el retrato de España y de su evolución social desde la guerra civil, pormenores históricos, políticos, la claridad de sus opiniones, el retrato de muchos de los personajes a los que conoce –Franco, el Rey, Carrero Blanco, Felipe González, Suárez, Aznar y la clase política en general, compañeros de milicia-, el retrato de la vida militar, su paso por los servicios de inteligencia, las actividades de espionaje, su opinión sobre determinados acontecimientos, etc. El tono franco, desenfadado, su espíritu crítico, la llaneza con la que se expresa, la manera en que sin tapujos alaba o critica a la gente a la que describe, todo esto es muy de agradecer y se disfruta. No falta nunca el sentido del humor.

Para hacer un poco de crítica, diremos que contiene también varias cosas a las que es difícil no objetar, como por ejemplo su afirmación de que la URSS era buena gente y que toda la guerra fría fue un puro montaje de los USA para mantener en pie su industria. No digo que no pueda haber algo de verdad, pero habría que acordarse de checos, húngaros, afganos, cubanos, angoleños, antes de soltar semejantes simplezas.

Otro punto de vista del autor muy discutible, me parece, son sus afirmaciones sobre el nacionalismo vasco, el terrorismo, la ETA, etc. Son muy pocas páginas del libro, una parte menor del mismo. Pero llaman la atención porque de alguna forma rompen con lo que hasta el momento habíamos leído, con el tono y la distancia más bien ecuánimes con los que el autor había ido relatando hasta ese momento sus recuerdos, de manera enérgica pero serena. Esas pocas páginas a las que ahora nos referimos están escritas, además, aludiendo siempre a su condición de vasco por familia. Es curiosa esta circunstancia que se da en España en más de un caso y sobre todo respecto del nacionalismo. Como si la pertenencia a lo que antes se llamaba una patria chica activara inmediata y sentimentalmente la adhesión a cualquier cosa, me refiero al nacionalismo, a cualquier construcción intelectual nacida amparándose en lo local, podríamos decir que camuflada o escondida en el elogio de lo local. Construcciones teóricas, fuertemente sentimentales e irracionales, caracterizadas por el deseo de enfrentar lo propio más local, deformándolo o manipulándolo cuanto sea menester, con el resto de España. Nacidas contra España, aupadas falazmente sobre esa patria chica, utilizando como palanca su ensalzamiento, para alcanzar fines mucha más turbios y, además, por completo ajenos a la verdad, la historia, la tradición, la gente y la cultura del lugar. Y sin embargo, la apelación sentimental es eficaz, todo lo arrasa, o al menos logra dejar a los naturales del lugar que además intuyen que todo es un cuento, fuera de juego, en tierra de nadie, como le pasa un poco al general. Parodiando un poco el asunto: se activa sentimentalmente el deseo de pertenencia al pueblico magnificado (¡sólo el tuvo fueros, nadie más!), tan fuerte que si hace falta comulgar un poco, a medias, con eso que los demás, que uno mismo en el fondo, y además la lógica, la justicia, la historia rechazan, se hace. Para poder decir aquello de “vosotros como no sois de aquí, no comprendéis, yo si, yo si porque yo pertenezco a esto, y estoy orgulloso y os puedo mirar desde arriba, a mi me quieren, yo pertenezco”. Y seguidamente ponerse a llorar abrazado a los faldones de una matrona pueblerina, vestida con traje regional, dando rienda a la histeria irracional que tan bien sirve al sistema mafioso lingüístico de turno.

Es curioso que sea precisamente en esto dónde el libro del general Monzón patine, desbarre, asido a generalidades y tópicos un poco pasmosos a estas alturas. Probablemente se deba a que el tema no se presta a tratarlo por encima, de pasada.

Pero son defectos menores, pues no se trata de un libro de ensayo, sino de unas breves memorias, francamente interesantes en su conjunto.

martes, 14 de febrero de 2012

Cancionero torero

La letra de un extraordinario pasodoble (se puede oir en Internet):


JUNCAL
Vainica Doble 

¿Quién es la maravilla
que arma la marimorena?
Un torero de Sevilla
con sangre murciana en sus venas.

A Dios le rezo y pido
que le acompañe en la arena,
la Virgen de los Peligros
y también la Macarena.

Juncal es un torero
más artista que Belmonte,
más valiente que Espartero,
triunfal con el capote,
genial banderillero.
Juncal es el lucero,
más brillante de la plaza,
más valioso que el dinero,
La sal de nuestra raza,
arrogante y bandolero y muy cabal.

Juncal es un torero
más artista que Belmonte,
más valiente que Espartero.
Juncal es el primero,
Juncal es el primero.
Juncal, el caballero
ante el cual todos los hombres
nos quitamos el sombrero.

Juncal es el torero ¡Olé!
Genial, inmortal ¡y Olé!
¡Olé, Olé tu salero!
No tienes rival ¡y olé!
en la Fiesta Nacional.