miércoles, 30 de mayo de 2012

Barete.


Lo que son las cosas. Casi sin quererlo, después de una aburrida gestión para la que nos ayuda la señorita del banco vestida como si trabajara en otro tipo de casa, entramos en un bar. Quiero decir que entramos en un bar de verdad, castizón, de esos en los que toda la barra es una tertulia y que permiten hacerse una idea, cierta idea al menos, de lo que piensa la gente. Al entrar le cedemos el paso al repartidor de barriles que va armando con la carretilla esa de hierro para moverlos. Cualquiera se cruza. Me da las gracias de todas formas y el camarerillo que le acompaña se rechifla explicando que como el hombre es cojo por tener una pierna más corta se agradece doblemente el gesto. No hemos entrado y ya empieza el fraseo más genuino. Es uno de esos bares bien puestos que siempre alegran al compañero Bergamota. Por todas partes motivos marineros, grabados, conchas marinas, pero sin agobiar, con orden. Detalles que se agradecen con estos treinta grados de calor mesetario. Y además, de piratas andamos rodeados, así que, al fin y al cabo, el mar no nos pilla tan lejos. Esto lo dice siempre Alcides. Que le gusta el mar, pero que hay mucho filibustero y que a el, con cerrar los ojos un día de viento cerca de un corro de árboles, le parece que ha pasado la tarde en la playa saltando olas. Cosas de la austeridad. Tato va más allá, y dice que cuando le llevan a la playa (porque ir el, no va) echa de menos los tábanos y le da como una nostalgia de zumbidos. Cosas de cada cual. Son una pareja paradójica pues lo que más les gusta decir cuando se explayan ante algún paisaje del interior, de esos abierto, claro y grandioso, es que les recuerda al mar. En fin.

Decíamos del bar. Uno en su desconocimiento tiende a pensar que van quedando menos como este. Los churros están al aire y el vaso de caña en el que sirven el café es de grueso cristal que ha perdido hace mucho la transparencia. Al fondo por una puerta abierta se ve una gigantesca estantería metálica llena de botellas del mismo brandy, Soberano, o Veterano. Sólo le falta la nube de humo que daba tanto ambiente. Es uno de esos sitios que, dentro de un orden, ponen a trabajar el sistema inmunológico, tan maltrecho y adocenado en estos tiempos de excesiva higiene y obsesión por la salud. Tiempos de culto a la materia, en que, paradójicamente de nuevo, no ha sido nunca la gente tan fea. El espectáculo del verano tiende a estremecer y el paseo por una playa llega a asustar. No hablemos de pies. En la barra charla un grupo que se conoce. Llego justo a tiempo para participar de oyente en los comentarios sobre la chica que sale en la contraportada del periódico deportivo As. Se le aplican toda clase de calificativos refinados entre rugidos y risotadas. Un poco asustado pienso en recular y salir por la puerta, pero la cosa se calma justo cuando me sirven el café. Siguen bromazos al estornudo del camarero: ¿Qué? ¿Hace frío en los calabozos del Juzgado? ¡Habrá dormido con el culo al aire! ¡Con eso no, con lo otro! ¡Con la chisma al aire! Pues eso, parece que por la chisma se enfría uno también. Ustedes sabrán perdonar estas consideraciones un poco pedestres. A mi izquierda se están ventilando un anisazo en copilla de balón. En la enorme televisión que tenemos a un lado, al extremo de la barra, crisis, crisis y más crisis alrededor de Bankia. Los comentarios y el desencanto que reflejan son inenarrables: ¡Mira como tragan! Mira y ponte tú a ver si te llevas los millones… No sé contar… Pa estar ahí y trincar no hace falta, a ver si te crees que saben ellos… Algo sabrán digo yo… Pues no se nota. La televisión es de plasma extraplana, claro. Al final no lo resisto y meto baza diciendo que todo eso lo vamos a pagar nosotros. El del anís sigue mudo pero ahora me mira la corbata. Creo que porque la tela está un poco pasada. El de más allá entabla conversación y así me entero de que está en paro y de lo que opina del INEM. Uno entraba divertido en el bar pero sale un poco trasquilado. A la salida, la calle tranquila y el olor de un enorme macizo de rosas blancas puestas por el ayuntamiento.

jueves, 24 de mayo de 2012

Salida a hombros.


Llevamos unos días de sequía, a que negarlo. Demasiadas cosas a la vez, demasiada dispersión, y claro, así no hay forma. Habrá que retirarse a meditar, a ver si ponemos un güevo. El 16 de mayo estábamos en Las Ventas para la corrida de la prensa. Aniversario de la muerte de Joselito en Talavera. Noventa y dos años. Se guardó un minuto de silencio, que extrañamente no llegó al minuto, cortando un poco la emoción profundísima del momento. Un aniversario celebrado sin miedo, sin complejos, sin azoramiento y la plaza llena en silencio. Sin embargo, la brevedad del minuto fue una cosa fea, poco torera, de poco empaque, preocupante. Dieciséis de mayo era, y un dieciséis de mayo murió Joselito, pese a que la megafonía, al anunciar el minuto de silencio dijo que se cumplían los noventa y dos años de la muerte de Joselito un veintitrés de mayo de… ¡Que manera de hacer mofa, involuntaria, de todo! Según nos cuentan en un “blos”, en el programa de mano de hace unos días el apellido del torero mejicano Zotoluco fue convertido en ¡Zotoculo! Lamentable errata, un poco en la línea del enano torero, del bombero torero, de la confusión de fechas solemnemente manifestada por la megafonía de la plaza. Y lo de la carpa que hay fuera, ¡mira que llamarla Hemingway! Hay que ser cateto con pretensiones. Pero así están las cosas. El domingo vamos a la plaza, a ver que tal. Ya veremos si hay energía para contárselo a nadie luego. 

Tato




lunes, 21 de mayo de 2012

A los toros con don Gregorio


La lectura de los libros de Gregorio Corrochano es apasionante. Se descubre un mundo. No se torea porque sí, nos dice en “Cuando suena el clarín”, y con esa sencilla frase se revela con toda su dificultad lo que ir a los toros debería ser. Con toda su dificultad y con todo su enorme interés, que viene a ser no abdicar del espíritu crítico que se supone caracteriza a un occidental y tratar de ver lo que en el ruedo sucede, tratar de entenderlo y tratar de saber si se hace bien o se hace mal, con verdad o con engaño, si era posible otra cosa o no. Y todo ello centrado en el toro, en el toro espectáculo. Cuantos amigos acuden a la plaza en busca de una única faena, del faenón que sólo puede ser de una manera, que sólo puede ser uno. ¡Que aburrido tiene que ser ir a los toros de esa manera! Buscando siempre lo mismo, que rara vez llega, pues no está en la naturaleza de la fiesta que pueda suceder con la frecuencia con que lo pretende cierto público.

Tato está molido y contribuyen a molerle más aún ciertas conversaciones sobre toros, que son en realidad en exclusiva sobre toreros. Tal compañero va a la plaza a ver a Fulanares, tal otro cuenta su emoción ante un pase de Fulante, pero no recuerda de que ganadería eran los toros que se lidiaron ese día; un tercero cuenta orejas como quien cuenta goles. Y mientras tanto Corrochano, con su agudeza, con su sensibilidad y con su conocimiento del asunto, conocimiento técnico también, nos va explicando las cosas de otra manera: variada completa, de matices asombrosos, siempre alrededor del toro, que es el eje del espectáculo. Nos decía ayer, al comentar la faena de muleta que le hizo a un toro Luis Miguel Dominguín, que una de las dificultades residía en que el toro era de cuello corto y grueso y por lo tanto sería más difícil bajarle la mano para que humillara. Al intentarlo, se perdería el contacto entre muleta y toro (la mano baja pero el toro no sigue) y por tener el toro poco son, se pararía la embestida. Dominguín se dio cuenta y toreó con la mano más alta, logrando embarcar la embestida. En fin, como suele pasar, el resultado es que Tato, con los compañeros de trabajo que acuden a la plaza no puede ni mentar estas cosas, porque le miran como si fuera un loco predicando cosas extrañas. Ya ve don Gregorio, la faena que me ha hecho, con lo feliz que estaba yo aplaudiendo a Fulante por hincar la barbilla en el pecho…

Tato

Para más noticias sobre don Gregorio y para abrir un poco los ojos con un aficionado crítico que trata de entender lo que narra, y no sólo de narrarlo, se recomienda acudir a José Ramón Márquez en www.salmonetesyanonosquedan.com. ¡Que modernez! A el le debemos lo de hincar la barbilla, la verdad sea dicha.

jueves, 10 de mayo de 2012

SAN ISIDRO


Empieza San Isidro, continuará la feria de junio y se sumarán las corridas de la Prensa y de la Beneficencia. Como todos los años gran expectación y el misterio de esto tan apasionante y tan difícil que son los toros. Han empezado ya los comentarios. Leemos en un periódico una reseña titulada el San Isidro más gris. No ha empezado la feria y ya se le atribuye un color. ¿Cómo es esto posible? Se entiendo al leer la reseña, bastante boba, como tantos artículos de los cronistas taurinos actuales, que ni enseñan nada ni dejan ver nada personal, ninguna idea propia sobre lo que es una corrida de toros. Se entiende lo de gris al leer que en la reseña mencionada no hay una sola referencia a los toros, al animal que es protagonista y esencia de la corrida, sin el que no hay nada. Esto da una idea de dónde pueden estar los problemas. Sólo nos dice el torpe cronista que “Ahora falta que los toros acompañen, lo más difícil de predecir.” La frase es una verdadera barbaridad. El periodista que la escribe no ha visto nunca una corrida de toros, aunque haya pasado muchas horas en los tendidos.

Ni una mención a las ganaderías que se presentan, salvo al citar los carteles de cada tarde. Digo yo que el cronista debía de estar enterado, por lo menos un poco: tal ganadería está en este momento, tal otra ha cambiado de dueños, los toros de la tercera hicieron tal o cual cosa el año pasado. Podía por ejemplo analizar los orígenes y decirnos dentro de Vista Hermosa los que van a predominar (Domecq, Saltillo, Albaserrada, Lisardo, Atanasio…), analizar el tipo de toro predominante y a cual se enfrentarán las estrellas… En fin, no ha empezado la Feria y la contribución del amigo es decirnos ya de antemano que es la más gris. Enhorabuena.

Anunciaba el lunes la empresa que ya están vendidos todos los billetes para algunos festejos. Por ejemplo para la Beneficencia (6 junio: Morante, Manzanares y Talavante, con toros de Nuñez del Cuvillo). Es una corrida de la que se habla mucho y que buenos amigos nos recomiendan, sin duda con razón. Nosotros hemos optado sin embargo (pues no tenemos más remedio que elegir…) por la de la Prensa. Tal vez equivocadamente. Explicar las razones seria un poco prolijo ahora, pues la necesidad de elegir no es la única. ¿Significa eso que no nos interesa el festejo del 6 de junio, que le hacemos ascos? En absoluto. Lo que ese día suceda será interesante aunque sólo sea por una razón: es el cartel de moda, para el que ya no hay billetes. El que acuda ese día a los toros podrá asistir a lo que gusta hoy a la mayoría de la afición (el tipo de toro, la forma de torear) y así tomarle el pulso a la fiesta. Sólo por eso merecerá la pena. Asistirá además a las discrepancias que puedan producirse en la plaza, pues el sector más exigente con las estrellas (¡con el G-10!) no les perdonará el seis de junio nada, ni el paso atrás, ni la falta de mando, ni colocarse sobre el toro arrancado desde afuera, no perdonará el uso de ninguna ventaja. Por lo que a nosotros se refiere, que de esto sabemos poco y vamos despacio, hemos optado este año por ver toros. Para ver si hay suerte y vemos un toro que sea un espectáculo en si mismo y por eso hemos optado por algunas ganaderías, más que por los diestros. Con la única excepción de la corrida de la Prensa. Uno de los tres nos interesa especialmente y sólo podremos verle ese día, por estar de viaje cuando repita. Suele torear esas ganaderías por las que también sentimos curiosidad estos aficionados principiantes que somos. Principiantes desde hace unos años, dicho sea sin falsa modestia que esto de los toros es así.

Tato

martes, 8 de mayo de 2012

A los toros con don Luis.


A la hora de pasear, casi con toda seguridad dejaría plantada a Vita por Luis Fernández Salcedo. Varios motivos: hombre de campo, sabría tanto de plantas, flores y árboles como Vita, al menos de las de España, que son las que me interesan más, porque son las que crecen dónde vivo. Además, estarían los toros y con ellos España, nuevamente. Sus libros reflejan uno y otro mundo de una manera extraordinaria, y como sin darse importancia y son sin embargo un precipitado de lo que somos. Con don Luis se podría pasear, se podría también ir a una corrida de toros, cosa imposible con Vita que nos daría el tostón, protestaría, se desmayaría y sería rebajada a la categoría de pelma, cayéndose del pedestal dónde la tenemos y de dónde no queremos, por nada del mundo, que baje. Así que a los toros con don Luis, mientras Vita transplanta los narcisos. Iríamos a la plaza despacio, comentando el programa, y sobre todo los toros, origen, encaste, comportamiento. Unas palabras sobre los toreros y otras sobre el público. El público de ayer, el de hoy. ¿Cómo será el de mañana? El público evoluciona como lo hacen las ganaderías, como lo hace el toreo y probablemente sea quien primero lo hace y determina el resto, a veces incluso por su propia ignorancia. Porque claro, le tiraríamos también alguna pulla, sobre todo a su falta de reflexión y curiosidad. Más a eso que a sus broncas. El público de los toros siempre ha sido bronco y además, debe serlo, lo que no está reñido con cualidades como el respeto o el aplauso. Pero la plaza no es un salón intelectual. Algunas personas reprochan hoy a la plaza de Las Ventas de Madrid su condición, las broncas, los gritos. Como si fuera algo nuevo que hubiera deteriorado un ambiente anterior mejor, más respetuoso y entendido. Sin embargo, creemos que este reproche no es justo. Por una parte, por lo dicho, la plaza siempre ha sido bronca y además, probablemente debe serlo. Gregorio Corrochano se refería a ese vecino de localidad, tan cansino, “para quien todos los toros son cojos”. Y es famosa la anécdota del Rafael el Gallo, después de una monumental bronca, diciéndole a otro de los espadas: “Ya los he dejao a tos roncos”. Por otra, porque su estado emocional actual refleja el enfado de una parte de la plaza, por la ignorancia del resto o, si no se acepta la afirmación anterior, por los gustos del resto, inclinados a las faenas largas, “de arte” (entrecomillado) y estiramientos sin fin, que sólo permite el “toro de carril” (entrecomillado también, porque pese a todo un toro es un toro), pero que esta parte del público, olvidada de lo que es lidiar, exige además en todos los casos, con todos los toros. Y el toro, el toro, rebajado, pierde a menudo la condición de espectáculo en sí mismo. Nos lo dice don Luis, el toro debe ser un espectáculo. También nos dice que los dos peligros para las corridas de toros son la paradoja y la monotonía. Otro día lo comentamos. 
Tato

jueves, 3 de mayo de 2012

LAS CONSEJAS DE DOROTEO: Vida de salón.


Doroteo no tiene desperdicio y nos echa una mano en tiempo de crisis. Vaya por delante que Doroteo es frívolo. Asegura que no es tan difícil hacer compatible la economía familiar con el convite a los amigos. Basta con trabajar una sola vez y que, en distintos momentos y por separado, convidados y crianças compartan una misma y soberbia cocina, en momentos distintos y consecutivos en el tiempo. Empieza el convidado y continúa la familia, al día siguiente si es una cena, o durante la cena si el convite ha reunido a la tropilla amistosa a la hora de comer. Antes de continuar hay que advertir que toda la explicación se sostiene si contamos con gente normal en ambos casos: ni los amigos pueden ser una colección de gargantúas, trabucaires o trotapáramos hambrientos, ni la familia puede ser un remedo de la plaga de langostas bíblica.

En primer lugar se cocina, después de haber hecho la compra en los mejores proveedores. No invitamos a nadie con ánimo doloso, para servirle algo intencionadamente mal preparado, con ingredientes de desecho de tienta. Tampoco servimos cenas separadas, una pésima para el convidado incauto, otra mejor para el anfitrión amparado en el seguimiento a rajatabla de un oscuro régimen de limpieza de sangre. Todos cenaremos lo mismo y por lo tanto nuestro ánimo es cenar bien.

Una vez preparadas las suculencias, todo está en trabajar un poco al invitado antes de sentarle a cenar. El trabajo dependerá en gran medida de las características de los invitados. En cualquier caso, siempre es una buena entrada lanzar un comentario sobre la obesidad en el mundo. Para que no parezca muy obvio, puede uno inventar la lectura de una novela norteamericana hiperrealista, en la que el protagonista es un paquidermo comedor compulsivo que acaba convertido en asesino en masa por un altercado en una cadena de comida rápida. Inventar un jefe cruel y malvado, y asegurar que su desquiciamiento se debe sin duda a que es un gordo bestial también sirve. Finalmente, después de un ejercicio de diversión tocando otros asuntos, al pasar al comedor se puede soltar el chiste de ese que era tan gordo que caía de la cama por los dos lados a la vez…

La omnipresencia de la palabra gordo y sus sinónimos es esencial: rechoncho, obeso, tragoncete, bocoy, trullo, ballena, gordinflón, mofletudo, orondo, rey de la sotabarba, siete papos, barril, odre, tonel, barrica, rollizo, cebón, etc. Si el trabajo se ha hecho con acierto y delicadeza, para que no abrume ni resulte demasiado obvio, el convidado aprecia las exquisiteces servidas, pero lo hace con moderación…

Y aquí vienen las variantes: si el convite es para gente educada y fina, se podrá completar la estrategia con alusiones delicadas a la tradicional austeridad española. Sin pasarse. Aludir con imprudencia al siglo de oro, citando por ejemplo el hambre que pasa el Buscón cuando está de pupilo con el Domine Cabra puede provocar una reacción indeseada y que toda la cena sea engullida con alegría excesiva, como para saciar un hambre de siglos. Lo anterior no tendrá ningún efecto si el convidado es, digamos, moderno. No sabrá nada de España y pensará que el tal Domine es un local de moda, de comida experimental. Por el contrario, forzándose el anfitrión un poco a si mismo, podrá atacar por la vía de la salud. La omnipresente salud. Lo que para el otro convidado puede resultar una táctica grosera, pues sigue convencido de que ciertos temas no se tratan “à table”, el moderno suele ser en cambio aficionado a comentar sus operaciones, las proyecta en vídeo cuando tiene ocasión y comenta con el mayor desparpajo toda suerte de complicados regímenes. Se le podrá dar un poco de cera dejando caer expresiones como colesterol, grasa, vientre fláccido (o plano), calorías, cuidarse, etc. que completarán a la perfección toda la batería reseñada hace unas líneas. Muy eficaz también, si el dropping es verdaderamente inevitable, utilizar a profusión la expresión “es un pez GORDO[1]”. La pitanza de los polluelos al día siguiente queda garantizada.


[1] Me apresuro a parar los golpes de la irascible crítica feminista. Ellas también son importantes, también pueden ser citadas como parte del horrible “dropping”. Apostillemos entonces diciendo que son personas, ellas, de MUCHO PESO en la organización, por ejemplo. Todos contentos (y todas) o no.