Cuando
el europeo contemporáneo, ante la situación actual, necesita una pequeña
inyección de moral, puede acudir a distintos remedios: el descanso, el cigarro,
la copa, la memoria. Y también, por supuesto, el cine. Habrá que acudir a una
fuente anterior a las terribles guerras que asolaron el continente en el siglo
XX, eso se da por supuesto. Se puede empezar, por ejemplo, por la adaptación al
cine de la novela de Mason, Las cuatro plumas, y para ello lo más recomendable
es acudir a la primera versión, la que dirigió el gran Zoltan Korda, producida
por su hermano, Alexander. Un segundo paso puede ser zambullirse en la novela,
muy recomendable. La derrota de los derviches, la morisma al fin y al cabo, ya
reconforta mucho, casi tanto como identificarse, aunque sea sólo un poco, y
desde la butaca, con aquellos magníficos caballeros ingleses, cuidadosos tanto
del fondo, el honor (¡oiga pero como se atreve!), como de la forma, su
magnífica apariencia. Las volutas del habano llenan la atmósfera, tanto de la
novela como de la película. Imprescindible que el ejercicio se realice fumando
un cigarro grande, por supuesto hecho del tabaco de la Habana, de nuestra
grandísima y desgraciada isla, la que fue perla de las Antillas, joya de la
corona española. Atrévase con un Lusitania de Partagás, comprado especialmente
para la ocasión. Ya casi nadie los fuma. Así estamos. Se puede hacer un
ejercicio parecido con Kim de la India, la novela de Kipling, también magníficamente
adaptada al cine, con un Errol Flin en el papel de Mahbub Alí, el tratante de
caballos afgano, protagonista del Gran Juego. Retrocediendo en el tiempo, se
puede acudir a Baroja, por ejemplo, y a su trilogía del mar, que son en
realidad cuatro libros. Shanti Andía y el capitán Chimista son magníficos
compañeros. Y para quien quiera seguir el viaje, déjese llevar por las memorias
de nuestro capitán Contreras que puede adquirir fácilmente si no las tiene ya
en casa. Todo esto le habrá preparado para llegar a la cumbre, al gran libro de
aventuras por antonomasia, a la Verdadera historia de la conquista de Nueva
España, de Bernal Díaz del Castillo. La culminación del itinerario podrá celebrarse
con una alegre comida en Medina del Campo, en el Continental, por ejemplo. No
podrá faltar, a los postres, un nuevo y magnífico cigarro. Tal vez un gran
Sancho Panza. El europeo contemporáneo, se sentirá, al final, un poco mejor.