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lunes, 8 de mayo de 2017

EL DECORADO DEL TEATRILLO

Al lector de Cepo Gordo le va la marcha, le gusta el lío, acepta la pulla y la devuelve, se revuelve y trata de cornear echando los pitones por alto y tirando tajos a diestro y siniestro. Muy bien, si señor, así me gusta a mi el personal, con raza.

En un ambiente dominado por los mingafrías y los enanos morales, el lector de cepo se alza como un gigante y ejerciendo de hombre libre arrea al escribiente, no le pasa una, se queja y le pone a uno como chupa de dómine. ¡Muy bien!

Dicen en algunos comentarios a la entrada "Teatrillo" que en la misma no se consignan más que quejas y estados de ánimo, pero no soluciones. Con todo respeto, me parto de risa. ¿Pero en qué mundo viven? ¿Es que han regresado ustedes de un sueño prolongado como el de Rip van Winkle?

Los lectores se creen que el cepogordismo es la botica de la enfermedad social y reclaman la pócima para el dolor de nación, el ungüento para el calambre democrático, el colirio para el enrojecimiento causado por la miopía histórica.

No señores, me temo que se equivocan. No es este el foro para proponer soluciones caducas a problemas de altos vuelos. 

Al disidente no le faltan ideas ni voluntades lo que le falta es materia prima y pasta, "els diners" que dirían en Gerona.

La materia prima se puede encontrar, existe y no sería imposible unirla bajo un ideario actual y adecuado, el problema está en la la falta de gasolina para el motor.

España (y lo hemos escrito más veces, no se quejen) está habitada por un buen número de gentes valiosas, que digo yo, valiosísimas, no tenemos nada que envidiar a ninguna de esas supuestas sociedades avanzadas que el sistema nos pone de espejo para criticar nuestros defectos. 

Tenemos buenos y honrados profesores, médicos excelentes, funcionarios honrados, militares con honor, agricultores avanzados, farmacéuticas trabajadoras y competentes, empresarios valientes y generosos etc... 

Si estas gentes no se agrupan y no "aparecen" es por la falta de compromiso de las élites con los movimientos reformistas. El control y manipulación de las élites es otro de los éxitos del sistema.

Vivimos en un sistema mucho más "ordenado" de lo que la gente percibe. Aquí no se corta una flor sin permiso del jardinero jefe ni se mueve un ladrillo sin la anuencia del gran arquitecto o sus delegados.

Levantar una "opción" con visos de obtener representación suficiente para cambiar las cosas requiere de un suma considerable de dinero que permita ir armando una estructura sólida sin estrecheces ni necesidad de esas heroicidades a las que tan afín era el español de nuestras edades doradas.

La prueba de que sin independencia económica no hay nada que hacer. La prueba irrefutable está en el fracaso de todas las alternativas que han surgido desde hace varias décadas. Ni una sola ha sobrevivido con opciones de presentar ninguna opción viable. 

Los beneficiarios del sistema no van a soltar un duro y el propio sistema se ha encargado de encarecer el coste de de la independencia hasta límites inimaginables hace treinta años.

O estás "apesebrado" o no estás. O comes del sistema y obedeces o estás condenado al ostracismo, al silencio, a la sombra. 

Esto no es quejarse ni lamentarse, es sencillamente explicar una tozuda realidad que a muchos no gusta pero no por eso deja de ser menos cierta.

Lo único que puede hacerse sin esos imprescindibles medios es dedicarse (cada uno en el lugar y la vocación que la Providencia le haya reservado) a difundir la verdad y defender la libertad. 

El sistema que sostiene el teatrillo impide la difusión de ideas y el acceso a fondos con un propósito fundamental; restringir la libertad.

El hombre libre es el enemigo a batir, es el sujeto a "reconducir" es el "alma a pastorear" hasta dejarlo reducido a un  sumiso contribuyente-consumidor-votante.

El sistema ha conseguido que sus voceros convenzan al personal de que este tipo de análisis es fruto de "teorías conspiratorias" de "locos alucinados" de pobres gentes asociales etc... Es el mismo triunfo del mal al conseguir que se niegue la existencia del infierno o no se hable del maligno.

Hay gentes animosas y bienintencionadas que se integran en los terminales del sistema con la esperanza de cambiar las cosas desde dentro. 
No les quito su mérito, son gente animada por un espíritu sano y una intención loable pero la experiencia enseña que salvo en organizaciones muy locales y periféricas su índice de supervivencia es semejante al de un oficial de carros en una contienda moderna.

La batalla posible (y muy necesaria) hay que darla en la familia, el círculo de amigos, la empresa, la asociación de vecinos, la escuela, el colegio o instituto, la universidad. 

Es en esos niveles dónde con disenso y ejemplo tiene sentido asumir la incomodidad y la soledad de defender ideas que al principio casi nadie quiere oír y mucho menos aceptar. La disidencia en el entorno próximo es un sacrificio mucho más duro que el alzarse en un escaño a dar leña al personal parlamentario.

Defender la libertad, difundir la verdad, hacer el bien y explicar el ideario que nos anima a actuar de esa manera y no de otra es la batalla que podemos y debemos dar. Esa es la única batalla que podemos pelear sin fondos y sin estructura. 

Los rectores del sistema a menudo menosprecian los gestos insignificantes que parecen no tener impacto en la vida ni el destino de las personas.

Se equivocan,  cada corazón conquistado, cada verdad asumida, cada espíritu orientado hacia la libertad auténtica es un grano de mostaza,una promesa de que el día que se den las condiciones habrá harina y levadura para poder hacer una sociedad mejor, más libre, más humana.

No es un triste consuelo, es un cambio radical de planteamiento. 

miércoles, 1 de febrero de 2017

ANIMALISMO Y LIBERTAD

Vaya por delante que el que ésto escribe no es persona aficionada al circo y menos aún a los números con animales amaestrados. 

Desde mis primeras visitas infantiles al circo recuerdo el aburrimiento que me producían los perros danzantes y las cebras saltarinas. Los elefantes y leones no me producían excesiva impresión, no por ser infante de especial valor sino por las lecturas de las Sagradas Escrituras,  los almanaques de mitología griega, las Mil y Una Noches, Salgari y Verne, alimentos para la imaginación que le iban curtiendo a uno en la aceptación de los fenómenos de la naturaleza y el santo pavor al león de Sansón, a la Medusa y al tigre de Bengala que han ido moldeando el carácter del personal occidental desde hace unos miles de años.

Nos despierta hoy otra noticia que incide en el permanente liberticidio del que es víctima el contribuyente hispano.

Los políticos que dirigen los destinos de la Comunidad de Madrid se plantean prohibir el circo con animales, es decir el circo como se conoce desde hace milenta de años como dirían en La Mancha.

Las razones (aparentes) que se aducen están relacionadas con el maltrato animal. Pues muy bien, se trata de un argumento "cojonudo" cuya lógica serviría para cerrar bares y prohibir infinidad de actividades sometidas a licencia o reglamento (miles). 

La razón fundamental que creo se esconde tras este nuevo ataque a la libertad del personal consiste pura y simplemente en persistir en el ejercicio indiscriminado del pastoreo social y la cura de almas.

Las lumbreras que promueven esta medida, de manera consciente o inconsciente sostienen que el animal es igual al hombre. La bestia tiene los mismos derechos (no deberes, ya que el pato o el perro no pagan impuestos ni se dan de alta en el padrón) que el ciudadano Martínez y por tanto deben ser protegidos de cualquier clase de maltrato, incluyendo su confinamiento en jaulas estrechas o su reclusión en cercados sin el debido nivel de confort. 

Al amparo de esa doctrina antihumana cuyos máximos voceros son las asociaciones animalistas de ideología ultraizquierdista, se nos dice que el circo con animales es malo porque los circenses tratan al bicho fatal y lo someten a maltrato y vejaciones.

Vayamos por partes. Los espectáculos circenses con y sin animales están sometidos a la legislación vigente. Aquellos que ejerzan la actividad conforme a Derecho tratarán a los animales correctamente dentro de lo que se entiende correcto para un animal=bestia inanimada y obviamente no hombre (un animal no es una persona).

Aquellos que maltraten al animal actuarán fuera de la Ley y por tanto serán susceptibles de reprensión en la forma prescrita.

Superado el estrato puramente legal, está la cuestión de la LIBERTAD. El circo es un entretenimiento que gusta al personal desde hace miles de años. Los espectáculos con animales son tan viejos como la humanidad y si su vigencia perdura es por la aceptación que tienen entre un sector no pequeño de la población.

Manifestar que el adecuado trato al animal es algo deseable resulta innecesario en una sociedad evolucionada como la española.

Los animales de circo no son salvajes y se crían en cautividad con el propósito de ser amaestrados para la exhibición de sus habilidades. Ésto puede gustar o no pero no es razón suficiente para prohibir el espectáculo. Siguiendo esa lógica sería legítimo prohibir la exhibición de carnes flaccidas, canillas peludas, tatuajes por todo el cuerpo u otras cosas que a cierta parte de la población ni nos gustan ni nos parecen edificantes.

El problema de fondo es el desmedido deseo de atentar contra la libertad del individuo y la voluntad de imponer un modelo de vida.

El animalismo es uno de los movimientos más siniestros que ha alumbrado la post-modernidad ilustrada por la nueva izquierda. Sus postulados son erróneos de principio a fin y atentan contra la visión del humanismo cristiano que ha permitido el desarrollo de la civilización. 

El ansia de los poderes públicos en manos de la izquierda radical para moldear la vida de los administrados es sólo comparable a la pasividad de la falsa derecha de la careta y el inmovilismo. No se alzan voces que reclamen cordura ante un atropello mas que va minando el libre albedrío del contribuyente. 

Ni tabaco, ni toros, ni opinión independiente, ni praxis religiosa pública, ni tradición, ni folclore ni nada de nada que no sea la mediocridad vital, el sometimiento absoluto a doctrinas pestilentes que deshumanizan al hombre hasta convertirlo en un pelele silencioso, hiperconectado a una red de producción y consumo, un mundo de zombies callados que sirven al gran libertador.

Me dicen que los empresarios del circo suelen ganar sus pleitos en los tribunales, espero que siga siendo así y que los que disfrutan de sus espectáculos puedan seguir acudiendo en Madrid a ver a los perros sabios, las cabras videntes, las cebras saltarinas y el elefante que toca el trombón. A ver si adiestran a un mono para que aprenda a soltar tacos contra los liberticidas y se "cague" en el sistema...será una pruba más de que el hombre amaestra a la bestia.