Cepo
gordo es muy devoto de don Camilo. El olvidado don Camilo. Le consagra estos
días la biblioteca nacional una bonita exposición. Don Camilo es como España
áspero y genial. No es para paladares insípidos, para quien no guste de decir
las cosas, ni para las medias tintas. Y don Camilo es compañía para cualquier
momento, por ejemplo para el paseo que hemos dado esta mañana, evocando todo
el tiempo, y por motivos diversos, la memoria de Luis Ceballos, ingeniero
forestal, mientras ascendíamos animosos y acalorados hasta su arboreto.
La salida, pasadas las nueve.
El Monasterio, abandonado ya el camino de la Horizontal.
Helechos.
La floresta.
Olmo de los Llanillos (Ulmus Laevis, 30 metros de altura, 3,15 metros de perímetro).
El pico de Abantos.
Las cumbres sin tinieblas.
El monasterio (O monasteiro, para que nuestro lector gallego no se sienta raro).
Zarzas en flor.
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