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domingo, 21 de marzo de 2021

Recuerdo de una tarde de toros. De los cuadernos de A. Bergamota, cortesía, como siempre, de Calvino de Liposthey, biógrafo.

Se nos ha quedado la retina cárdena y como afilada, con la impresión de los toros de Saltillo Albaserrada, de José Escolar. Calor abrasador, pero, esta vez, excepcionales entradas de sombra, que no son del todo aprovechadas por aquello de que, a los toros, mejor sólo que mal acompañado, oiga usted. A medida que avanza la tarde se mueve el sol por la plaza y cambia la luz, de cegadora a más ligera y etérea.

Dominan los toros la escena: de salida son impresionantes, con un trapío que impone un respeto repentino, lindante con un amago de pavor. Su presencia llena la plaza, son el centro absoluto, no hay nada más que ese centro móvil que se desplaza a sus anchas, sobrado de poder, por el redondel. Salvo uno que dobla una vez, no se caen. Tienen fuerza, pies, codicia… y sentido. Aunque todos humillan y se les adivina la posible faena, las pocas veces que los diestros les bajan la muleta y se la dejan en la cara, tirando con temple y sin brusquedad, la faena no cuaja. ¡Porque qué difícil es eso, que sitio y que técnica hay que tener! Y junto con la vista, el sitio y la técnica, es necesario además, el valor para batirse con el mirar y las arboladuras extremas de los cárdenos de José Escolar.
 
El agua de una tubería rota corre por la acera de una calle del barrio de las Ventas, ladrillo rojo, cerramientos abigarrados, persianas verdes y antenas por todos lados, como excrecencias metálicas del ladrillo, en este barrio tan de Madrid en su pobretería, o en su modernez pueblerina. El agua corre por la acera y llena el alcorque de una catalpa en flor. En este rincón de Ventas, al caer la noche, las acacias han cedido el lugar a las copas verdes, de hojas anchas y gruesas, de la catalpa.

viernes, 25 de enero de 2019

BARES.


Hemos comido un bocadillo, acodados a la barra del bar. Frente a nosotros en los impolutos estantes, dos botellas de chinchón. Más lejos, ya en la impoluta cocina, un rayador de queso, de los buenos. Televisiones encendidas, con el sonido apagado, y de repente un hilo musical a toda. Como compañía, el periódico Marca, con lo que se logra la completa bajada a los infiernos. Bocadillo de lomo, cerveza. A nuestro lado una botella de plástico bastante bonita sirve de depósito de corchos de vino usados, todos de espléndidas marcas. Una tía grandota pide chupitos y la cuenta. Nos llaman cariño y mi rey, al despedirnos. Así es, increíble. Toda dignidad perdida. El paseo de vuelta con destino a continuar empujando la piedra por la cuesta, cual Sísifo o Tántalo, lo damos a cuarenta grados, bajo un sol de justicia. Andamos como metidos en un horno luminoso. A la hora del desayuno pasamos del Chinchón a la ginebra. En un estante contamos hasta trece marcas distintas, de Bulldog a Larios. Mirando un poco a la izquierda, nuevo estante con nueva remesa de botellas, también de ginebra, otras tantas marcas. Bien surtido el bar. La camarera dice que no ha pegado el ojo. Que estuvo viendo películas y que se tomó un café tarde y que la cafeína tan tarde ya se sabe. ¿La leche como la quiere? La quiero normal. ¿Oiga y normal que es? Bueno, póngala templada. Se oyen murmuraciones por los dos lados, sin mirarse a los ojos, mientras se sirve la leche normal.

lunes, 18 de abril de 2016

PASEO POR MADRID, segunda partes.

Avisamos al posible curioso de que una de las imágenes puede resultar espeluznante.





LAVAPIES, oiga ustez. ¿Será la calle Sombrerete  o la de Tribulete o tal vez la del Olivar?


FUENTE DE CABESTREROS, ESO, CABESTREROS

PLAZA DEL NELSON MANDELA. ESTAMOS EN PLENO TERRITORIO PODEMITA, REINA EL MULTICULTURALISMO, LA CULTURETA CERDA, ES DECIR LA NADA. FIJENSE EN LOS CARTELITOS Y LAS PINTADITAS. LA CALLE ESTÁ LLENA DE REVOLUCIONARIOS DE ESOS QUE ASALTAN EL PRESUPUESTO PÚBLICO QUE USTED SUFRAGA (se oye que le gritan a usted: ¡PRINGAO!) ES EL CLÁSICO "COLOCANOS A TOS" EN VERSIÓN POJJMODERNA SUCIA, IGUAL DE CATETA Y BASTA QUE LA DEL XIX  PERO SIN GRACIA NI MAJEZA, SINO NINGUNA DE LAS CUALIDADES CASTIZAS QUE ADORNABAN AL PUEBLO DE MADRID. Y ADEMÁS CON MORALINA ESTRECHA Y MELIFLUA DE SEÑORITA PEPIS DEL PROGRESISMO. AHORA ES CUANDO TRIUNFA EL ANALFABETO INTERNACIONALISTA.

- ¡OIGA NO NOS DE UN MITIN QUE CANSA!
- ¡PUES ME CALLO!
- ESO.



LO MISMO DE ANTES



EN LA PLAZA DE LAVAPIES. EL AMOR A LA ENSEÑANZA DE CIERTA ÉPOCA DE NUESTRA HISTORIA RECIENTE INDUJO A PRENDERLES FUEGO, Y ASÍ SE HAN QUEDADO. NO QUITA QUE EL PASEO MERECE LA PENA, DESEMBOCAR EN LA PLAZA TIENE SU ENCANTO CON UN DÍA DE SOL, Y TODAVÍA TIENE SABOR.


EL GRAN AGUSTÍN LARA.
TE VOY A HACER EMPERATRIZ DE LAVAPIÉS
OYES, MEJOR LO PENSAMOS...PORQUE EN TU ÉPOCA A LO MEJOR, PERO AHORA NO SE YO...


 FEDERICO MACARRILLA.
CONVERGENCIA POR LA CALLE DEL OLIVAR.

domingo, 17 de abril de 2016

Paseo por Madrid.

Cuatro fotejos de un paseo por Madrid, tarde de primavera, temperature agradable, gentecilla por las calles, paseando, pasando el rato.



El jardín recoleto.


El jardín escondido.

Y tiene empedrado... ¿Que más queremos? 


CASA


FONDA

CHISTERA Y CIGARRO
pero solo en pintura...

VENIDA A MENOS
(vamos digo yo que valdrá más don Hilarión que el Jonidep...o como se diga).


LAVAPIES
(falta hace...)

La taberna de Sánchez

jueves, 30 de julio de 2015

Terraza con perrito.

Bajamos a la calle a tomar una cerveza. Todos los que acudimos lo hicimos con un atuendo inspirado en la pinta y los aires grandiosos del cómico Totó: bombín, chaquetas cruzadas, un smoking con botonadura de ónix, aires melancólicos, de amor a la vida, pitilleras de plata, elegancias, Capri 1950. Un poco de categoría se había oído por la mañana. Confío en que esta tarde nadie acuda enseñando las canillas y menos aun explicando lo mucho que trabaja. Si alguno es un pelagatos, los demás no lo queremos saber. Yo estuve en Tánger, o en Agadir, no recuerdo. Me compraba unas cañoneras el Emir. ¿Pero qué dice? Pues que nada de chanchullos ni chancletas. No se puede acudir ni en chancletas ni emputecido. Tampoco sandalias ni chores. Al día siguiente pudo certificarse que no había acudido ningún pelagatos. Tampoco rastacueros. Sí que acudió en cambio el perrito de una tipeja que se sentó en la mesa de al lado, más bien basta. Trófimo que es distraído se dirigió a ella para pedir una botella de clarete de Cigales. Y a la tiorra le sentó mal al parecer, porque frunció el morro y nos vigilaba de reojo. Los que esperaban que por la terraza desfilaran las odaliscas del serrallo ligeras de tela para sacudirse el calor se llevaron un chasco. Sólo la tronca cargada de hombros y de papada y el perrito. De vez en cuando el perrito daba un ladrido largo de los de perforar tímpanos. El cuñado de Trófimo se ofreció a la señora. Para nada feo. Solo le comentó que como veía que el perrito era un poco molesto, él le ofrecía deshacerse del bicho de manera gratuita. Verá usted, yo tengo un negocio de pieles y aunque el perrito no vale nada, para hacer parches para sofás puede servir. La tronca puso cara de indignación. No aceptó, una pena, pero en cambio nos libramos de los dos, pues salieron por pies.

sábado, 18 de julio de 2015

Una calle de MADRID

El choriceo y las tiorras, los quinquis pijos y ahora munícipes, las verduleras y los horteras de pescadería embadurnados de los lugares comunes del tiempo, nos quieren convencer, con su veneno progreta, con sus greñas y pelambres, con su ponzoña y su infamia, con camisetas sin mangas y sus chancletas de velcro, con su soberbia internacionalista y sucia, de que España es como ellos, basta, tosca y roma y peor aún impersonal, superficial, mediocre y al paso. No discutiremos hoy la cuestión. Sólo daremos una evidencia gráfica de lo contrario. Ahí va.


sábado, 29 de diciembre de 2012

NAVIDAD BARROCA


Esta mañana, nos escapamos al centro de Madrid. Madrid es una ciudad espléndida en Navidad. Amanece el día envuelto en la más espesa niebla y de golpe la temperatura por los suelos. Sensación absoluta de frío, pleno invierno, día helado, entre gris y blanco, Navidad. Los Cepogordistas acudimos a la plaza de Oriente para ver el extraordinario belén napolitano del Palacio Real. Es una página viva del barroco europeo, en la que se encuentran arte e historia, al servicio de algo de una fuerza mucho mayor como es la Navidad y lo que ésta significa.

¿Qué decir del sinfín de tipos retratados en las numerosas figuras que componen el Belén? Por su cercanía a la vida, por su realismo, son toda una forma de ver el mundo, de enorme agudeza, una sabiduría antigua, mediterránea si se quiere, que sabe lo que el Mundo (con mayúscula) es y lo acepta en lugar de negarlo. No es extraño que estas figuras napolitanas fueran acogidas con entusiasmo en España. El grueso tabernero de cara encendida, fascinante con su punto malvado y excesivo (¿de qué rellenará empanadas y pasteles?), el calvo de inmensas orejas, el contador de historias subido sobre la mesa, a punto de largar su discurso, el bestial jorobado, pobre hombre de inmensa geta múltiples papadas y contrahecha figura, y luego campesinos, artesanos, un panadero, un librero, elegantes caballeros vistiendo casacas bordadas, en la mano bastón de marfileño pomo, un hombre dormido sobre la leña que acarrea, señoras peripuestas, una de ellas pechugona, como solía decirse, con un escote que mal contiene las exuberancias, y varios moros y como turcos, de faja, turbantes, bigotón y hasta coraza. A través de la ventana de una de las casas podemos ver, colgado de la pared, un cuadro barroco, alegórico de las vanidades del mundo, al estilo de un Valdés Leal, tema tan de la época y tan español. Y así vamos rodeando el Belén, pasando por delante de todo ese mundo, de toda esa extraordinaria galería de retratos. Hasta llegar al Misterio, con el que culmina la representación. Se encuentra colocado en lo alto, tal vez un poco alejado. Algunos espectadores, no sólo los niños sino también Tato que mide dos palmos y ha tenido que apagar el cigarro para entrar en el palacio y lo lleva en el bolsillo del abrigo para encenderlo a la salida, se quejan un poco de ello, les resulta inaccesible, un poco pequeño en comparación con el resto de figuras, si lo comparamos por ejemplo con los propios Reyes Magos y su sequito de negros armados de instrumentos musicales, que han llegado al pie del monte y parecen descansar, preparando los regalos, para iniciar la ascensión, el tramo final del viaje antes de la adoración. Uno se pregunta si es a propósito esa distancia entre el lugar dónde se encuentra el Misterio, en lo alto, y el paisaje por dónde evolucionan el resto de personajes, incluidos los Magos, la parte baja, el llano. Y es probable que así sea, pues nada parece dejado al azar por el artista o los artistas extraordinarios que realizaron el trabajo. Parece ser que hay figuras de distintas épocas y que contribuyeron a la escenografía distintos personajes, incluido algún pintor de corte. En efecto, la Sagrada Familia está colocada en la parte alta de un monte (lo escribo de memoria), al amparo de unas ruinas clásicas, como suele ser habitual en los belenes napolitanos. Debajo, en las entrañas del monte, puede verse entre rojos destellos al diablo, a satanás mirando hacia arriba, como rabiando por la escena que se desarrolla por encima suyo, lejos de las tinieblas que él habita, tan sólo sombríamente iluminadas por el siniestro resplandor que arrojan las llamas del infierno. En el campo, al aire libre, en la pureza de las alturas, y bajo un cielo sereno cuajado de estrellas, podemos contemplar el Misterio, la Sagrada Familia, representados por unas figuras de gran delicadeza, la pureza alba de las ropas del Niño, los espléndidos mantos de San José y la Virgen, con unos vuelos que no son de este mundo. Parece como si el artista hubiera trasladado a la escena del portal, de gran humildad (… y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón), la gloria que está presente en la anunciación del nacimiento a los pastores (… Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz (…) Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombre de buena voluntad). El contraste con el personaje de la caverna, el rojo y negro frente al blanco, azul y plata de la Sagrada Familia; oscuridad y encierro, pesadez, opresión, frente a ligereza, hermosura y vuelo. Todo en las figuras contribuye a crear el inmenso contraste, al que asistimos un poco asombrados. Tal vez conscientes de que satanás se encuentra en realidad, aunque dentro de su cueva, a nivel del resto de figuras, mientras que la escena central del Belén queda por encima y nos preguntamos si, tal vez, un poco inaccesible para los pobres espectadores de la escena, que se sienten poco merecedores de la Venida y que son además de corta memoria y débil voluntad, necesitando les sea recordado permanentemente aquél suceso. Es posible que no se trate de un contraste únicamente barroco, sino de gran actualidad. En fin. Ya en la calle, Tato ha sacado del bolsillo medio cigarro y lo ha encendido escondido en una de las garitas de guardia del patio del palacio. El viendo helado arrecia, como con ganas de burlarse un poco de Tato y de fumarse su cigarro de dos soplidos.