Mostrando entradas con la etiqueta Vintila Horia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vintila Horia. Mostrar todas las entradas

miércoles, 28 de diciembre de 2011

El tercer número, todavía.

Vintila Horia, el triunfo de la razón

La biografía de Vintila Horia se nos ofrece como un trágico mosaico del siglo veinte.

Los avatares del escritor rumano resultan un ejemplo esclarecedor de la barbarie y la ruina moral que presidio la primera mitad y la idiocia y manipulación que reinaron en la segunda.

Apresado por el ejército alemán en Viena e internado en un campo de concentración por su condición de funcionario del gobierno del Mariscal Antonescu que había negociado para Rumanía un armisticio con los aliados fue liberado por las tropas inglesas y enviado junto a su mujer a Bolonia donde  logra sobrevivir gracias a su ingenio y la amistad de Papini. Parte hacia la Argentina residiendo durante cinco años en Buenos Aires donde subsiste como profesor de literatura y  pule una lengua española aprendida con dotes de prestidigitador.

Ganador del Goncourt con su exquisita novela "Dios ha nacido en el exilio", renunció al premio tras la campaña de persecución orquestada por el comunismo internacional e instigada desde el gobierno pro-soviético de Rumanía que le acusaba de fascista y reaccionario. Reside en Paris y Madrid para instalarse finalmente en Collado Villalba donde vive desde  mediados de los años cincuenta hasta su muerte en mil novecientos noventa y dos.

Con semejante trayectoria vital no debe extrañarnos que el exilio y la experiencia vital del exiliado conforman los ejes de de su temática literaria. Dotado de una capacidad poco común alimentada por una sólida formación intelectual y moral, Vintila Horia se fraguó como todo gran literato en el duro yunque de los grandes problemas de la condición humana.

Empleando a menudo modelos históricos (Ovidio, El Greco, Rilke...) Vintila Horia enfrenta al lector con los problemas universales que agitan el alma; el sentido de la vida, la orientación personal, el dominio de la pasión, la conciencia.

La experiencia del exilio y la condición del exiliado sirven de pretexto o más bien de escenario para ir desliando los otros nudos de la problemática humana.

Sus personajes hacen del exilio un camino de perfección, una experiencia que el propio autor ha conocido ya ha aprendido a digerir, un apartarse de si mismo, de su raíz material para autoexiliarse de un mundo que no siente como suyo.

Su experiencia personal le conduce a una mayor superación intelectual. Del mismo modo que los llamados a la santidad se elevan por encima de sus debilidades humanas ayudados por una gracia especial y sumamente eficiente, aquí el intelectual conducido al exilio permanente y la persecución se sobrepone fortaleciendo su arsenal intelectual y moral e interponiendo la razón a la barbarie, la poesía a la mentira la fe -el bien- a la desesperanza del mundo materialista -el mal-.

Frente a la persecución nacionalsocialista primero y comunista después, frente al silencio cómplice de los seguidores de una u otra consigna, Vintila Horia se esfuerza en conocer y comprender más y mejor. Estudia, medita, lee, escribe y todo ello le conduce hacia la única verdad y ésta le mueve a vivir de una forma concreta.

No es un esfuerzo pedante ni un ansia de hueca erudición, es la profundización a través de la razón, la necesidad intima de entender y buscar su lugar en el mundo a la espera de ascender la escalera hacia el cielo.

Amante de la tradición y defensor de la cultura occidental de raíz greco-romana y cristiana, para Vintila Horia el modelo más acabado del esfuerzo poético del hombre lo representa el sueño del Imperio Español.

En su novela Un sepulcro en el cielo (Madrid, 1987) se sirve de El Greco para trazar una historia de superación personal que nos apela profundamente. Su capacidad poética le permite trazar la puesta en escena con belleza y eficacia, ahora bien es cuando llegamos al fondo, a la reflexión íntima que todo escritor digno de tal nombre nos hace a través de su obra, cuando Vintila Horia destaca aún más y nos muestra su faceta de gran literato, de pensador serio, de poeta profundo.

Con una pluma fácil y un estilo preciso nos lleva desde lo particular -el drama personal de El Greco- hasta lo universal - el drama del imperio español- proclamando como única salida vital la adhesión a la certeza del mensaje de Cristo y la promesa de la vida eterna.

Es triple, en resumen, la satisfacción que produce la lectura de Vintila Horia; en primer lugar nos entretiene inteligentemente y con ello da cumplida cuenta de lo definido por Somerset Maugham como función de la literatura, en segundo lugar nos hace plantearnos cuestiones esenciales y en tercer lugar nos hace disfrutar de la belleza estética de su creación poética.

Conociendo el escasísimo nivel intelectual y la nula altura moral de los que abrevan en los pesebres oficiales de la España actual no es de extrañar que autor tan sublime haya sido víctima del olvido por parte de la intelectualidad oficial.

A poco menos de veinte años de su muerte, Vintila Horia es hoy un escritor que continúa su exilio en este mundo. Pese a ser autor de una importante y rica bibliografía su obra está en gran parte agotada y salvo la honrosísima excepción de Ciudadela/El Buey Mudo que ha emprendido la re-edición de tres de sus novelas; Dios ha nacido en el exilio, El caballero de la resignación y Un sepulcro en el cielo , Vintila Horia es un autor apartado de la escena literaria y se nos presenta como un caso similar a los vergonzosos ocultamientos de Aquilino Duque, Rafael Sánchez-Mazas o Agustín de Foxá por poner tres ejemplos de los muchos que podrían citarse.

Las causas de este ostracismo son, como casi siempre, una combinación de maldad y estupidez.

Al hablar de maldad me refiero al mal, es decir la obra de los que rinden culto a lo oscuro y al hablar de estupidez me refiero al escaso valor moral y valentía empresarial de aquellos que no publican a un autor por creer que "eso ya no se vende" o bien se trata de una "novela pasada de moda", como si la buena literatura conociera de modas y cómo si el verdadero lector necesitara del crítico de turno para saber lo que es bueno y lo que sencillamente resulta ilegible.

Aquellos que censuran por el mero hecho de que un autor se vincule con una determinada adscripción política (de forma totalmente errónea) o bien por que su obra contenga términos tales como Dios, Imperio, Fe, Razón, son a menudo los que ensucian las páginas de los periódicos y las publicaciones defendiendo la libertad de expresión y la superioridad moral de la intelectualidad progresista. A la maldad unen la ignorancia ya que la razón manifestada a través de la creación supone un acto esencialmente humano y por tanto libre.

Esta reflexión puede parecer un ejercicio de idealismo inútil ya que si la obra no es publicada y difundida su belleza, el bien inherente a su lectura deja de actuar.

No podemos negar que esto es cierto durante un tiempo más o menos largo, pero la Historia nos enseña que todo autor notable deja una huella indeleble y que su obra más tarde o más temprano acaba por recibirse y re-editarse ya que como en todos los aspectos de la vida lo verdaderamente sublime, como el bien, acaba venciendo.

Esta esperanza, si bien reconfortante no nos resulta suficiente y es por ello por lo que desde estas páginas del humilde Cepo Gordo queremos recordar la figura de Vintila Horia y recomendar encarecidamente su lectura convencidos de que leer las obras de los buenos autores es la única forma de sobrevivir entre la mediocridad reinante y que elevar la cabeza hacia el cielo no provoca dolores cervicales sino que permite airear el cerebro y ver que mas allá de la masa y la materia existe un firmamento plagado de estrellas sobre el que reina un sol cuya luz no conoce fin.

Sanglier.
____________________________________________________________________________
Ediciones disponibles en español:
Dios ha nacido en el exilio, Ciudadela Libros Madrid 2008.
El caballero de la resignación, Ciudadela Libros, Madrid 2008.
Un sepulcro en el cielo, El Buey Mudo, Madrid 2010.